lunes, 17 de octubre de 2016

Y ahora, dale la mano.

Ni siquiera una despedida,
ni siquiera un maldito adiós,
ni siquiera un "volveré, espérame",
o un "no me esperes", por si acaso.
Nada.

Simplemente te has ido.
Has cogido las cosas de mi vida
y te las has llevado contigo,
como mi corazón,
o mis ganas de querer.
Y has cerrado de un portazo
pillándome los dedos
y la vida.

Te has ido para dárselas a otra,
a otra que dudo que te quiera una centésima parte
de lo que yo lo he hecho
—y lo sigo haciendo—,
a otra a la que posiblemente vea en ti
la mitad de lo que yo veía
—y sigo viendo—,
a otra que posiblemente no pueda sentirte
tanto
como yo cuando te leía la espalda en braille.

Te has ido dejándome hecha trizas en este folio en blanco,
con el bolígrafo desgastado de tanto escribirte
y no poder parar.
Joder, que te has ido con cada trocito de mi ser
repartido en canciones tristes.

Si la esperanza es lo último que se pierde
yo ya me he perdido,
contigo
o sin ti.

Maldita escritora ilusa,
que se enamoró de ti
y ahora no puede dejar de escribirte
mientras tú piensas en ella
y en cómo hacer juego su ropa con tu cama,
en cómo desvestir sus miedos
cuando los míos eran perderte.

De momento he vomitado todo lo que quería decir,
bueno, al menos una quinta parte,
ya puedes volver a meter el dedo en la herida un poquito más,
te vuelvo a dejar,
solo te pido que no duela como siempre,
por favor.

Y ahora, dale la mano,
pero ojalá te la suelte
y me eches de menos.

1 comentario: