viernes, 17 de octubre de 2014

Para caídas.

Eran noches de idas y venidas;
noches sin tu risa,
sin la banda sonora de mi vida,
noches en las que mi almohada
de tu perfume carecía,
noches en las que hasta la Luna
daba la sensación de estar más llena que yo.

Eran noches sin tus ojos,
sin los faros 
que guiaban mi persona día a día;
serían noches 
sin tus besos,
sin  mil vidas 
que a diario me darías.

Sí;
eran noches sin ti,
sin mi paracaídas,
porque para caídas y venidas,
había nacido yo.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Junto a ti, siempre lo intentaría.

Gracias;
por haber permanecido en mi vida,
por quedarte,
por cuidarme como nadie,
por quererme,
por entenderme,
por aguantarme,
por crear un sentimiento en mí
más grande que nada.

Ya no estás;
lo sé,
pero estuviste,
estuviste y con eso me quedo;
me quedo con esos momentos,
esas risas,
me quedo con tu nombre
grabado en mi cabeza para siempre,
me quedo con tus pequeños ladridos
con tu cola alterada cuando me veías,
me quedo con tus juegos y los míos,
y las noches que pasamos al lado,
me quedo con tu hocico humedecido
cuando te acercabas a mi mano,
con tu pelo tan suave,
me quedo y me quedaré,
con tu imagen en mi mente,
para recordarte cada noche,
cada día,
cada vida.

Gracias Olivia.


(Esta entrada está dedicada a la perrita de una amiga, porque la han sacrificado hoy...
Era lo mínimo que podía hacer.)

martes, 14 de octubre de 2014

Te perdí en la estación.

Valías más que cualquier viaje a Roma,
cualquier noche en París,
o cualquier paseo en góndola por Venecia;
me daba igual esperarte en la estación
un día tras otro,
con tal de verte de nuevo,
con tal de ver esos ojos 
que entre mil miradas
me decían:
"quiero verte cada día".


Te observaba desde lejos,
me fijaba en tus maletas
pensando cuánto peso llevarían,
si te irías para siempre
o solo un fin de semana.
Me decía cada día
"Acércate y dile algo",
pero algo me lo impedía,
quizá el miedo de perderte.

Un día,
valiente y sin temor,
decidí buscarte;
pero no te encontré.
Pasaron días,
y tú no aparecías,
"¿Qué ocurría?"
me preguntaba;
nadie daba respuesta alguna.

A día de hoy,
sigo yendo a la estación,
esperando que bajes de cualquier tren,
esperando que vengas,
me mires
y me digas:
"Gracias por no irte,
gracias por ser mi andén".