jueves, 9 de marzo de 2017

He visto atropellos más bonitos.

He visto atropellos más bonitos.

A corazones indecisos que no saben cómo salir de una carretera vivos, 
cómo mantenerse en pie de nuevo, 
que desgastan sus últimas palabras volviendo a pensar: 

“¿Y si esta vez no duele?”, 

y ahí es donde vuelven a arder, 
a quemarse, 
a romperse otra vez.

He visto cómo confían de nuevo, cómo dejan heridas abiertas esperando a que el tiempo las cure con las agujas de un reloj oxidado 
y un hilo de voz que ya no suena como la de la otra persona. 

He visto cómo las cicatrices se reabren y florecen creando jardines a los cuales volver y arrancar margaritas que sopesen ideas como la de si te quiere o no.

He visto cómo creen en un simple “Te quiero” pero ni siquiera ven hechos, 
cómo un “Te echo de menos” se vuelve menos importante de lo que es y prefieren echar de más, 
prefieren buscar otros corazones intactos en camas ajenas
que quedarse al lado de uno hecho pedazos por miedo a cortarse con cada uno de sus rotos.

He visto promesas inclumplidas y miles de miradas que cumplen años mirándose entre sí, y ojalá nunca se apaguen.

He visto manos entrelazadas que ni siquiera se tocan
y dedos a kilómetros de distancia que se hacen el amor.

He visto de la nada surgir sentimientos
como una flor rompiendo el cemento.

Imposible, pero cierto.

He visto atropellos más bonitos.
Como el de su boca chocando por primera vez con la mía,
como el de su corazón, estrellándose contra el mío
creando el impacto más bonito
y a la vez más lacerante
que unos ojos hayan visto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario