jueves, 23 de febrero de 2017

Compañero de viajes, no me sueltes de la mano.

Quizá no sepa querer,
pero sólo con mirarte sé cuándo necesitas un abrazo
de esos en los que te duermes
y pueden pasar horas y horas
que tú seguirás ahí.

Con tu respiración acorde a mi pecho,
que se eleva en cada suspiro.

Que me he perdido en las constelaciones de tu espalda más de un millón de veces
porque,
ya ves,
el Universo no tiene nada que envidiarte.

Quizá no acostumbro a decir "Te echo de menos"
o incluso a demostrarlo,
pero sé cómo matarte a carcajadas
cuando lo único que quieres hacer es romper a llorar.

Posiblemente mi orgullo me gane el pulso más veces de las que respiro
y mi cabezonería quiera anteponerse a todo,
pero pongo la mano en el fuego
—y estoy dispuesta a quemarme—
a que dudo que encuentres a otra loca de remate
con tan poca cordura como yo
que te quiera una décima menos.

Tal vez haya días en los que necesite esconderme del resto del mundo,
en los que no quiera siquiera levantar el ánimo que me voy pisando con los pies
pero te aseguro
que es ahí cuando te estaré queriendo con más fuerzas,
como yo sé.
Así,
en silencio.

Dudes las veces que dudes,
y duela las veces que duela
compañero de viajes,
no me sueltes de la mano.

Sé que me perdería.


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