Te
fuiste y todas las luces se apagaron detrás de ti, las farolas cerraron los
ojos, el cielo comenzó a llorar, tu ausencia llenaba toda esta casa, el frío
venía de dentro y no podía ni siquiera cubrirme para poderlo soportar.
Te
fuiste y mis pies empezaron a helarse sin los tuyos, mis manos perdieron la
forma de las tuyas y mis labios, mis labios decidieron no besar otros nunca
más.
Te
fuiste y mi teléfono dejó de sonar, las horas pasaban lentas e incluso el
minutero de vez en cuando se detenía.
Te
fuiste y mi propio reflejo me preguntaba qué estaba haciendo con mi vida, que
tenía que vivirla, que tenía que seguir.
Te
fuiste y no pude decirte adiós, no pude despedirte con uno de esos besos largos
que siempre te daba, no pude abrazarte por última vez.
Te
fuiste y el columpio del parque de enfrente de mi casa sigue vacío, esperando
que vuelvas, que te sientes que volvamos a hablar como hacíamos antes, que nos
columpiemos, y nos riamos y sigamos siendo nosotros.
Te
fuiste y ahora no entiendo cómo mis dedos pueden seguir escribiéndote
si
no tienen a quién escribir,
únicamente
a un recuerdo,
que
fue eso,
que
fue eso y ya se fue.
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