jueves, 17 de diciembre de 2015

Te fuiste.

Te fuiste y todas las luces se apagaron detrás de ti, las farolas cerraron los ojos, el cielo comenzó a llorar, tu ausencia llenaba toda esta casa, el frío venía de dentro y no podía ni siquiera cubrirme para poderlo soportar.

Te fuiste y mis pies empezaron a helarse sin los tuyos, mis manos perdieron la forma de las tuyas y mis labios, mis labios decidieron no besar otros nunca más.
Te fuiste y mi teléfono dejó de sonar, las horas pasaban lentas e incluso el minutero de vez en cuando se detenía.

Te fuiste y mi propio reflejo me preguntaba qué estaba haciendo con mi vida, que tenía que vivirla, que tenía que seguir.

Te fuiste y no pude decirte adiós, no pude despedirte con uno de esos besos largos que siempre te daba, no pude abrazarte por última vez.

Te fuiste y el columpio del parque de enfrente de mi casa sigue vacío, esperando que vuelvas, que te sientes que volvamos a hablar como hacíamos antes, que nos columpiemos, y nos riamos y sigamos siendo nosotros.

Te fuiste y ahora no entiendo cómo mis dedos pueden seguir escribiéndote
si no tienen a quién escribir,
únicamente a un recuerdo,
que fue eso,

que fue eso y ya se fue.



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